Ben Wilson seguramente se dijo lo mismo, pero él, actuó.
Creó de pequeñas manchas desagradables, pequeñas obras creativas, llenas de color, para alegrar las ciudades y dedicadas a la gente y a sus vidas.
Empezó hace mucho tiempo, hace 17 años, pero no fue hasta el 2004 cuando empezó a dedicarse a ello.
Ha transformado nada más y nada menos que más de 10.000 chicles.
¿Os preguntaréis que dónde podéis encontraros esta peculiaridad, verdad? trabajó principalmente en Gran Bretaña ya que él procede de Cambridge, pero también los hay en algunas partes de Europa.
Donde más podemos encontrar es en el puente del Milenio, Londres.
Indagando en las pocas páginas en las que se le encuentra, encontré su forma de proceder: primero, con un soplete, ablanda el chicle, luego le da esmalte acrílico, y cuando termina, le da barniz para que no desaparezca ni con el paso de la lluvia.
Ya sólo me queda dejaros con algunas de sus miniaturas y poneros el enlace de la página más curiosa que encontré sobre Ben Wilson, pinchando aquí, de la que copio textualmente un párrafo que me encantó: "Muchos de los diseños que ha creado están basados en mensajes que los peatones han querido compartir. En su maleta también lleva dos libros llenos de pedidos hechos por quienes admiran su talento. Entre los que más recuerda destacan el homenaje que hizo a petición de un grupo de japoneses a las víctimas del tsunami del 2011 y, más recientemente, un mensaje de un padre a su hijo enfermo de leucemia por lo valiente que ha sido durante su tratamiento. Wilson, quien desde agosto pasado ha estado dedicado al Puente del Milenio, agrega entusiasmado: “esa es la belleza de este trabajo, tiene un contexto social y además no infringe la ley porque no estoy causando ningún daño”.
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